Si alguien me hubiera advetido de lo que dolía el amor, hubiera evitado enamorarme de ella. Pero, ¿a quién quería engañar? Era mentira. La habría amado igual.
¡No! ¡No pienso dejarte aquí e irme sin saber cómo va a terminar todo esto! —¡No puedes hacer nada aquí! ¡Solo pondrías tú vida en peligro! —¿Y la tuya? ¿Acaso no importa? —Eso es lo que estoy haciendo, poner mi vida a salvo. —Le m...
Mi corazón se quedó allí, con él, mientras su imagen se borraba empañada por mis lágrimas.
Juegas conmigo porque sabes que estoy en tus manos. Eres demasiado insolente —gruñó cabreado sin dejar de mirarme.
Cristianno Gabbana jamás pedía disculpas y, sin embargo, allí estaba, haciéndolo. En aquel momento parecía tan débil, tan perdido, que mis ojos le miraron con ternura. Me sentía una privilegiada porque me dejase ver aquella parte de él.