Quienes hemos pasado más de tres días en el extranjero conocemos una verdad fundamental y, tristemente, poco estudiada: el correcto funcionamiento del organismo del mexicano depende del suministro, suficiente y de buena calidad, del complejo T. Este conjunto de aminoácidos esenciales, presente en los alimentos que comienzan con esa grafía -tacos, tortas, tamales, tostadas, tlacoyos, tlayudas, totopos- y en otros tantos con una inicial distinta -chalupas, chilaquiles, enchiladas, enfrijoladas, garnachas, gorditas, huaraches, memelas, molletes, pambazos, quesadillas, sopes, etcétera-, parece ser el gran catalizador y desencadenador de nuestras descargas de endorfinas, a cuyo encanto estamos tan habituados que, cuando la distancia -o la dieta- nos privan de él, nos embarga una tristeza profunda, una sensación como de orfandad, de vacío en el alma... y en la tripa.
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