El mexicano es, quizá, el único pueblo del mundo al que le gusta comer con dolor. Sí: dolor, porque, aun cuando nuestro gusto adquirido hace que, benévolamente, lo llamemos acrimonia, sazón o picorcito, lo que sentimos es dolor.
Quienes hemos pasado más de tres días en el extranjero conocemos una verdad fundamental y, tristemente, poco estudiada: el correcto funcionamiento del organismo del mexicano depende del suministro, suficiente y de buena calidad, del complejo T. Est...