Al parecer anhelamos un privilegio, merecido no por nuestros esfuerzos, sino por nacimiento, digamos que por el mero hecho de ser humanos y de haber nacido en la Tierra. Podríamos llamarla la noción antropocéntrica, "centrada en el ser humano". Está noción alcanza su culminación en la idea de que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios: "El Creador y Gobernador de todo el universo es precisamente como yo. ¡Caramba, qué coincidencia! ¡Qué adecuado y satisfactorio!" El filósofo griego del siglo VI a. J.C. Jenófanes comprendió la arrogancia de esta perspectiva: Los etíopes plasman a sus dioses negros y de nariz respingona; los tracianos dicen de los suyos que tienen los ojos azules y el pelo rojo... Sí, y si bueyes, caballos o leones tuvieran manos y pudieran pintar con ellas, y producir obras de arte como los hombres, los caballos pintarían a sus dioses con forma de caballo, los bueyes con forma de buey...
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