—¿Qué somos entonces? —Dos almas torturadas que se necesitan desesperadamente la una a la otra.
-Haces que merezca la pena que mi corazón continúe latiendo- Susurró contra mi cuello. Alcé la cabeza y lo miré a los ojos. -Y tú que el mío dejara de hacerlo.
Quiero protegerte de todo aunque no pueda defenderte de lo que soy.