En el folclore de la ciencia hay una historia muchas veces contada sobre el momento del descubrimiento: la aceleración del pulso, la luminosidad espectral que adquieren hechos comunes y corrientes, el segundo de parálisis y arrebato en que las observaciones cristalizan y encajan en patrones, como piezas de un caleidoscopio. La manzana cae del árbol. El hombre sale de un salto de la bañera. La escurridiza ecuación cuadra. Pero hay otro momento de descubrimiento -su antítesis- que se menciona contadas veces: el descubrimiento de un fracaso. Es un momento, que por lo común, el científico conoce en soledad.