En absoluto. Antes sí era un hombre seguro de mí mismo, pero ya no lo soy. Cuando estoy contigo, ya no nunca estoy seguro de nada.
Te Quiero, decían mis dedos al bajar por sus brazos. Te Quiero, respondían los suyos al acariciarme la espalda.
Cuando me encontré con sus ojos ya no pude apartar la mirada. En sus profundidades encontré la respuesta a todas las preguntas que mi corazón no se atrevía a formular. En ellos vi reflejado mi propio deseo y mi soledad.
Yo podía disfrutar y quedarme con aquella parte de Abby sin preocuparme por el futuro: la sumisión y la confianza que me estaba entregando en ese instante.