Él estaba dispuesto a prometerle a cambio cualquier cosa: ser su esclavo, su sombra, el tapete que pisara. Ella podía golpearlo con el látigo de sus insultos, con el dorso de su desconfianza, horadarlo con sus celos, y él no se iría. No se iría...
Aun cuando la misma muerte me condenara a no verte, separándote de mí, tras el sepulcro otra vida, tan eterna como dios, hay en el cielo escondida, y en esa mansión querida nos reuniremos los dos...
Miradas que se encuentran. Ojos castaños que de pronto se convierten en planicies cósmicas que uno recorre a velocidades superiores a las de la luz, con rumbo desconocido. Es el momento cuando todo encaja, todo cae en su lugar y uno piensa que jam�...
Un beso más y hubiera podido alcanzar las insípidas estrellas.