Me dejé llevar por todo lo que experimentaba. Nos besamos muy lentamente. Su piel fría no me molestaba. Por el contrario, me reconfortaba. Bajó suavemente su mano derecha hasta llegar a mi cintura. Levantó la orilla de mi blusa y con el dedo índice rozó gentilmente mi cadera. Después, su mano izquierda se postró en mi hombro, haciendo a un lado el tirante de mi blusa y besándolo. Olisqueó mi cabello castaño y luego acarició mi mejilla. Yo besé su cuello, pero estaba atemorizada. No quería ser lastimada de nuevo, sin embargo dejé que las cosas siguieran su curso. Dijo que me amaba más que a nada en este mundo y le respondí con un simple, pero sincero: “Yo también. Tal vez no tanto como esperes, pero te amo.