A falta de hablar con ella, hablaba de ella.
Por otras 217 razones exactamente igual de locas y porque eres el más hermoso poema viviente, ya sería hora de que te concediesen el Premio Nobel del amor.
Pero, ante todo, la felicidad me asusta. Soy consciente del dolor que puedo causar. La idea de la decepción me impide disfrutar de una historia de forma espontánea. Creo que no he nacido para vivir las cosas de forma duradera, aparte de la invisibi...
A veces nos derrumbamos hasta tal punto que la idea de la felicidad nos asusta. Los ojos del corazón se acostumbran a la oscuridad e incluso la luz más suave se vuelve cegadora.
Instauramos unas reglas mágicas para esas partidas de ping-pong. El ganador podía hacer lo que quisiese con el cuerpo del otro, salvo besarlo en los labios. Sucedía que el que perdía era tan feliz como el que ganaba.
Sus labios revoloteaban como un copo de nieve. El segundo copo de nieve perdido en una playa de verano, y yo que trataba de recuperarlo con mi nevera demasiado grande. A partir de dos copos de ese tipo, puede hablarse de tempestad.