Parece que en los estallidos de risa lo corpóreo hiciera prevalecer y afirmar su existencia, por encima de lo racional, y esa emergencia del cuerpo tan ostentosa ha concitado el rechazo, el desdén y la amonestación. Afirmo lo anterior a partir de haber observado la recurrencia de llamados hacia la contención: reír estrepitosamente siempre ha sido visto como signo de mala educación.