A veces, incluso, las causas de la envidia son idénticas: deseamos de la vida de alguien lo mismo que él desea de la nuestra. A los cuarenta años, en suma, la felicidad se convierte en un asunto que concierne solamente a los demás.
Hay cosas que solo deberían poder lograrse cuando se desean por primera vez. Seguir deseándolas después es una desgracia. Es sobre todo un espejismo.