Lo bueno de ser inmortal es que no puedes beber literalmente hasta caerte muerto, como lo hacen los niñatos universitarios de vez en cuando. Lo malo de ser inmortal es que no puedes beber hasta caerte muerto; y entonces, al despertar a la mañana siguiente o incluso un día más tarde, te toca comerte la resaca que te habrías ahorrado si hubieras tenido la suerte de morir.
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