No se trata de que sean ironías de la historia, sino de que la propia historia es irónica. No es que no existan certezas, sino que existe la absoluta certeza de que no hay certezas. No solo es cierto que el único examen de conocimiento es la conciencia aguda y cultivada de lo poco que sabe uno (como bien sabía Sócrates), sino que es cierto que ilimitadas zonas y campos de lo que uno ignora se extienden de tal modo y a tal velocidad que contemplarlos resulta casi fantásticamente hermoso. Entonces, una razón por la que no volvería a vivir mi vida es que uno no puede nacer sabiendo esas cosas.