—Sigues mordiéndote los labios cuando estás nerviosa —señaló. Em, viéndose pillada in fraganti, dejó lo que hacía y se enfrentó a su captor. —No estoy nerviosa, yo… Pero no pudo terminar lo que iba a decir. La boca masculina se cernió sobre la de ella. Atrapó el labio inferior, dejó que su lengua sanara los pequeños arañazos que se había infringido y la deslizó con suavidad por la boca hasta que consiguió, con una dulce caricia, que Emily le permitiera adentrarse en su húmeda cavidad, arrancándole un gemido de bienvenida. El beso fue lento y suave, todo lo contrario de lo que podría esperar después de la discusión que habían mantenido. Las manos de él se asentaron en su cintura. Las manos de ella se enredaron en el cabello moreno. Un nuevo beso. Una nueva caricia. Un nuevo suspiro…