Se acercó aún más y me besó con cautela, como si me pidiera permiso. Su olor corporal, dulzón y almizclado, se coló hasta mis fosas nasales. Era el mismo olor que había exudado su cuerpo la noche anterior, después de hacerme el amor. Mi enfado se desvaneció como la bruma al recordar el contacto de su piel desnuda contra la mía y mi cuerpo comenzó a despertar. Dejé que me abrazara y me sentí envuelto por él.